Este es un caso especial, en el que padre e hija querían vivir en cercanía y tener cada uno su propia casa, encontrando en este esquema el equilibrio perfecto entre proximidad y privacidad.
En una parcela de unos 3.000 m2 con una forma bastante irregular y un considerable desnivel, nos encargaron la creación de dos volúmenes de una sola planta con programas diferentes e independientes. Querían que los espacios de convivencia fueran el aspecto fundamental de ambas casas, estando estos adaptados para grandes reuniones y garantizando el disfrute de todos los miembros.

El presente proyecto corresponde a la casa del padre, localizada en la parte baja del terreno, que da inicio a este doble proceso. Como requisito particular, el cliente quería que su habitación enfocara a las vistas del horizonte, aislándose por completo y marcando su cuarto el cúlmine de la intimidad. Un punto importante a resolver era la cota de solera de ambas casas, las cuales consideramos que deberían funcionar al mismo nivel para garantizar accesos en coche cómodos desde un punto común y que se relacionaran directamente la una con la otra.

La primera casa arranca el dueto con una volumetría austera de cuerpos ciegos, que juegan formalmente para marcar la entrada y que se disparan para fotografiar las vistas a la sierra. En contraposición, la parte social se abre por completo a la zona social más privada de la respectiva parcela y se conecta visualmente con la segunda morada, viviendo en conjunto del mismo espacio exterior.

Programa: Garaje interior, hall, lavandería, baño de servicio, estudio, open-space con sala de estar, comedor y cocina; un dormitorio con baño, vestidor y terraza, dormitorio principal con baño, vestidor y terraza; y sala de juegos con baño en módulo independiente.